Los seres humanos estamos preparados para experimentar todas las emociones ya que son parte del desarrollo evolutivo de nuestra especie.
No hay emociones buenas o malas, correctas o incorrectas. Positivas o negativas, todas nos quieren enseñar algo.

Son frases que aparentemente tienen buena intención, y de hecho, la persona que pronuncie alguna de ellas, tiene la mejor intención del mundo, no te quepa duda.
Pero esas frases hacen que esa emoción que tenemos, que nos invade, que es legítima y que necesita salir para no quedarse más tiempo dentro, se transforme, se camufle y no sepamos darle el valor que merece.
Lo que sentimos es algo que no depende de nuestra voluntad. Por supuesto que una vez que una emoción se ha disparado, contamos con varios recursos para elegir cómo responder a ella, en este punto deciros que los terapeutas podemos daros herramientas para ampliar esos recursos. Y que nuestras respuestas sean más satisfactorias. Pero eso es otra historia.
Una emoción puede no gustarnos pero es igual de válida que una que nos guste. Todas las emociones que experimentamos son siempre válidas y tienen sentido.
No hay emociones buenas o malas, correctas o incorrectas. Positivas o negativas, todas nos quieren enseñar algo.
Los seres humanos estamos preparados para experimentar todas las emociones ya que son parte del desarrollo evolutivo de nuestra especie.
Está claro que cuando una persona nos dice “no te preocupes, no es nada” está tratando de ayudar, de calmar, de aliviar. Sus intenciones son buenas pero probablemente provoque el efecto contrario: hacernos sentir culpables por sentir lo que sentimos. Más adelante, también podemos pensar que no vale la pena comentar nada de lo que sentimos, total, como no es nada.., además encima nos podrían tachar de quejica… En este punto transformamos la emoción original por otra mejor aceptada socialmente, ” la culpa es de…” y ahí es cuando nos estamos invalidando y eso nos hace daño.
Así que validemos lo que sentimos y lo que sienten los demás. Quizá nos resulte más fácil con el ejemplo del otro. Vamos a proponernos aceptar la emoción del otro sin juzgar, sin aconsejar, sin intentar cambiar nada en ese momento. Con esto estamos comunicando que nos importa su experiencia.
Para validar no hace falta que comprendamos lo que le pasa, ni que nos parezca lógica su respuesta emocional, o pensar que nosotros reaccionaríamos igual o diferente.
Prestar atención, escuchar, mirar a los ojos. Eso valida lo que el otro está sintiendo. Aceptar con mente abierta lo que te cuenta. Muchas veces nos resulta incómodo ser testigos de una emoción dolorosa porque nos provoca ansiedad, pensamos en cómo ayudarle a sentirse mejor y si no sabemos…nos agobiamos y dejamos de validar la emoción, como para hacerla más pequeña. Porque nos duele que al otro le duela.
Ofrécele compañía y permanece a su lado. Todo esto también aplícatelo a ti mismo. Valida tus emociones.
Alejandra Dotor de las Herrerías
Psicóloga (nº colegiada G-4349)
Profesora de Biodanza ( Título oficial I.B.F.)