Acudí a Albeitaría concretamente a su osteópata María Garrido, por recomendación de una amiga.
Hacía unos meses me había roto, en un tropezón tonto, tres metatarsos del pie izquierdo y con el golpe también se me quedó dañado el ligamento del tobillo. El tiempo iba pasando y no conseguía recuperarme; dolores, cojeo, hinchazón e incluso sufrí lumbago debido posiblemente a que pisaba mal.
Comencé a hacer sesiones con María, tengo que confesar que con un poco de desconfianza, ya que ni ejercicios ni contrastes conseguían quitarme el dolor, y acudí a ella como un recurso a “la desesperada”. Conocía un poco lo que hacía un osteópata pero nunca había acudido a ninguno.
La mejoría fue llegando, poco a poco pero la notaba.
Me llamaba bastante la atención lo que sentía en las sesiones, parecía un poco increíble que pudieses notar moverse partes de tu cuerpo y casi sin que ella te tocase…era extraño pero los resultados estaban ahí.
Terminé las sesiones hace unos días, he conseguido pisar bien, los dolores del tobillo han remitido e incluso he comenzado a poner zapatos con algo de tacón e incluso a bailar. Algo que me apetecía mucho pero que me parecía impensable hacía unos meses.
Volvería a Albeitaría sin dudarlo. Además de los buenos resultados en el pie, el trato personal no ha podido ser más cercano desde el primer día.
Gracias María por tu trabajo.
Durante toda mi infancia siempre creí que era una niña torpe, rarita, porque no me gustaba correr, saltar, jugar a la comba; odiaba la clase de gimnasia, me costó horas y horas de práctica aprender a hacer una voltereta o saltar los 80 cm de altura mínimos para aprobar la asignatura…
Se suponía que tenía un problema de equilibrio que nadie comprendía y que no me permitía hacer cosas normales como balancearme en una mecedora, montar en bici, patinar o “hacer el muerto” en el agua; tampoco fui capaz nunca de subirme a una atracción de feria sin sufrir un ataque de pánico.
Ningún médico le puso jamás un nombre a mi problema, nadie me dio nunca un diagnóstico. Y llegó un momento en el que me acostumbré a vivir con “mi discapacidad”. Aunque a veces me revelaba, a los 25 años creí que si me subía a una montaña rusa con unos amigos, podría superar por fin lo que yo creía que sólo era un miedo infantil y casi sufro un infarto!
Hace unos 4 años comencé a sentir una presión cada más fuerte en la cabeza, más concretamente sobre los oídos y empecé a ir a un otorrino tras otro, haciéndome todo tipo de pruebas que nunca dieron un resultado claro. Llegaron a quitarme las muelas del juicio superiores creyendo que la presión sobre mis oídos desaparecería, cosa que no ocurrió.
Hace 3 años conocí a María Garrido, pero no fue hasta más tarde que supe que era osteópata e la clínica Albeitaría. Después de ver los resultados que consiguió con mi madre, al quitarle unos dolores con los que llevaba varios años conviviendo, le pedí que me hiciera una exploración, para ver si mi caso era tratable con la osteopatía cráneo-sacral.
Después de varias sesiones, consiguió que los huesos temporales y el esfenoides volvieran a su rotación natural, que se supone que se desviaron en el momento de mi nacimiento. Por eso llevaba toda mi vida con estos problemas de equilibrio.
Poder empezar a los 48 años a hacer cosas que para todo el mundo son absolutamente naturales, como correr o saltar, no es cualquier cosa. Literalmente, María Garrido ha cambiado mi vida.
Gracias es a mejor forma que se me ocurre de iniciar este testimonio que quiero hacer llegar.
Soy Ana, una persona de 37 años que se quedó ciega en 24 horas, y luego se sucedieron una serie de lesiones muy incapacitantes provocadas por mi amiga la Esclerosis Múltiple.
Después de 17 años de haber sufrido lesiones que provocan problemas en: Ambos nervios ópticos, paraparesia, espasticidad, hemihipoestesia braquio-crural, sintomatología vertiginosa, dificultad de la marcha, etc
Todo el equipo médico que me ha ayudado todo este tiempo, desde el hospital de Sant Peu, me proporcionó la experiencia de pasar por tratamientos como: Betaferon, Copaxone, Tecfidera, Gylenia, etc y algunos ensayos experimentales.
Pero llegó un día, que decidí seguir con mi equipo médico, al cual adoro y agradezco toda su atención, pero algo me decía que tenía que comprender que me estaba sucediendo, porqué mi enfermedad me ayudaba a darme cuenta que no me respetaba lo suficiente, que no me cuidaba, pero la enfermedad me ayudaba a descansar porque con algunos brotes me quedaba fuera de combate.
Por lo tanto, quise investigar sobre terapias alternativas que me ayudaran a comprender y profundizar en relación cuerpo-mente-alma-espíritu, somos algo más que un cuerpecito maravilloso que nos permite experimentar, por lo tanto tenía que averiguar.
Después de mucho caminar, conocer, experimentar, gracias a las mejores amigas que decidieron cuidarme, llegué a Albeitaría y ¿qué encontré allí?:
Paz, serenidad, conexión conmigo misma, con todo lo que ello supone, alguien que me escuchara de una forma activa, estrategia para poder conseguir las respuestas a tantas preguntas que me había hecho durante tanto tiempo, toma de conciencia, de cómo podemos reeducar a nuestro cerebro, cómo escucharme desde todo mi ser…Y sobre todo, tomar conciencia de quien soy, y lo grande que soy, y que no puedo quedarme solo con lo que experimenta mi cuerpo, esa experiencia por sí sola no es más que una percepción, solo pretende enseñarme algo y ese algo, cuando lo buscas y lo encuentras, todo cobra sentido y comprensión, y aunque tu cuerpo y mente sufren, todo empieza a cambiar y mi forma de vivir la enfermedad cmabia radicalmente. Gracias por enseñarme María. Gracias por acompañarme y aliviarme Rosa, gracias Tere y Carmen por permitiros experimentar este camino conmigo.
Soy Ana; una persona que ha logrado de su enfermedad un vehículo que la lleva a la transformación y evolución como ser.
Mi experiencia más reciente ha sido un dolor de espalda que iba en aumento y me tenía medio torcido. Después de una sesión en la que pareció que no había pasado nada, salí de la cínica con mucho menos dolor del que tenía al entrar y con la sensación de que “todo estaba en su sitio”. Al día siguiente el dolor había desaparecido totalmente. Es difícil de creer que sólo con un suave tacto se consiga eses resultado. Recomendable 100% para dolores de espalda.
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